Dos aniversarios

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Federico García Lorca era un autor teatral de mucho éxito -empezó a tenerlo, sobre todo, a partir de su viaje a Buenos Aires- con simpatías socialistas, pero receloso de cualquier sectarismo, que en el verano de 1936 fue detenido y asesinado vilmente por pistoleros fascistas. Ochenta años después no se conoce tu tumba.

Pedro Muñoz Seca era un autor teatral de mucho éxito, y con simpatías derechistas, autor de una astracanada memorable -“La venganza de don Mendo”- y de comedias que en los años treinta cobraron un sesgo de burla y hostilidad hacia las políticas republicanas -la ley del divorcio, por ejemplo. El 18 de julio de 1936 estaba en Barcelona, con motivo del estreno de una comedia suya muy celebrada por el público, “La tonta del rizo”. Justo un año antes Lorca había estrenado también en esa ciudad, y el éxito había sido enorme.

A Muñoz Seca lo detuvieron milicianos anarquistas en Barcelona y lo enviaron preso a Madrid. Su literatura no tiene nada que ver con la de Lorca, pero su delito sí: llamarse como se llamaba y tener ciertas ideas políticas. Después de varios meses en el amontonamiento inhumano de las celdas y los claustros del convento de San Antón de Madrid, fue fusilado vilmente en Paracuellos del Jarama, de acuerdo con directrices emanadas de la autoridad republicana en Madrid,  junto a otros miles de personas.

Esos son los hechos, y pueden aprenderse en los archivos y en los libros de los historiadores: ochenta años después, en un país decente, no debería ser difícil compartir el luto y el escándalo por esos dos crímenes, y tantos más. También este año hay otro aniversario: el de la declaración de la política de reconciliación nacional propuesta por el Partido Comunista de España.

Cuando don Manuel Azaña terminó su último discurso público -en el ayuntamiento de Barcelona, el 18 de julio de 1938- con las palabras “paz, piedad, perdón”, no hubo mucha gente que quisiera escucharlo. Ahora parece que tampoco. Se ve que entre nosotros no puede haber una memoria histórica que no sea mutilada.

Qué estéril es todo, qué agresivo, qué triste.

Nota.- Esta reflexión está motivada por el informe de la “Cátedra” de la memoria histórica de la Complutense -cada vez crece más mi sospecha de que las universidades están sobrevaloradas, vistos los productos cerebrales que emanan de ellas- que incluye entre los nombres de calles madrileñas a suprimir por contagio franquista los de Salvador Dalí, Gerardo Diego, Agustín de Foxá, Josep Pla, Miguel Mihura, Eugenio D’Ors, y Pedro Muñoz Seca. Qué raro que se hayan olvidado del pobre Pío Baroja.